Siguiendo el carro de las nuevas tecnologías, cada vez más empresas y organismos públicos han incorporado sistemas telefónicos automáticos para, en teoría, facilitar a los ciudadanos la tramitación de sus gestiones.
Así, para cualquier necesidad de contactar con una entidad, inevitablemente nos encontramos que, tras marcar un teléfono que comienza por 902 (que ya te molesta bastante si tienes contratada una tarifa plana…), escuchas al otro lado del auricular una aséptica voz que te indica lo que debes hacer si quieres realizar una de las muchas opciones que te ofrecen. Y ahí empieza el problema… Después de una locución larga (pero larga de verdad) te puedes encontrar con que:
a) Te ofrecen tantas opciones, que cuando escuchas la última ya no recuerdas la primera.
b) No te ofrecen la opción que necesitas, pero tampoco la de poder hablar con la operadora.
c) Te someten a un interrogatorio parecido a un tercer grado en el que, inevitablemente, en algún momento, te solicitan un dato que no tienes a mano… Cuelga, busca y vuelve a marcar (un 902, claro…)
d) Te preguntan sobre qué quieres hablar… pero no te entienden…
En este mundo que rueda y rueda hacia avances tecnológicos hasta hace poco insospechados, es importante que se abran nuevas vías para facilitar la comunicación: Internet, telefonía, etc, pero no debemos olvidar que lo importante, en definitiva, es poder comunicarse.
Colectivos como el de los mayores, tienen serias dificultades para poder realizar gestiones a través de medios automáticos. Pedir cita al médico o renovar el DNI, puede convertirse en un problema. Seguramente, en pocos años, también ellos estarán totalmente integrados con las nuevas tecnologías pero mientras tanto, por favor… ¡quiero hablar con una operadora!